lunes, 21 de junio de 2010

Saramago

Confieso que no era mi escritor favorito, aunque muchas de sus obras me parecen excelentes y era dueño de un estilo propio a la hora de narrar. Tampoco compartía muchas de sus teorías políticas aunque militásemos en la misma corriente de pensamiento marxista, nos separaban grandes abismos en ciertas cuestiones fundamentales. Aún así reconozco su grandeza, era grande... muy grande.
¿Cómo es posible contemplar la injusticia, la miseria, el dolor sin sentir la obligación moral de transformar eso que estamos contemplando? Cuando observamos a nuestro alrededor vemos que las cosas no funcionan bien: se gastan cifras exorbitantes en mandar un aparato a explorar Marte mientras cientos de miles de personas no tienen para alimentarse. Por un cierto automatismo verbal y mental hablamos de democracia cuando en realidad de ella no nos queda mucho más que un conjunto de ritos, de gestos repetidos mecánicamente. Los hombres, y los intelectuales en tanto ciudadanos, tenemos la obligación de abrir los ojos.
Pues eso... abramos los ojos.

0 comentarios:

Publicar un comentario