lunes, 28 de junio de 2010

De nuevo en La Habana...

La Habana me recibe como siempre, con una bocanada de aire cálido. A mi llegada al hotel, en Pleno Parque Central, compruebo que aquí el ritmo cubano, lento y apacible, sigue mandando sobre el reloj y las prisas. La gente va y viene, juega entre las plantas, descansa a la sombra y llena de voces la bonita escena que se puede contemplar desde mi ventana.
Bajo a la calle para tomarme algo fresco. Me entretengo un rato con los cazaturistas, son inevitables, pero enseguida se dan cuenta del “caso perdido” que tienen delante y no insisten, hay muchas “presas” por todas partes. Me detengo en el Hotel Inglaterra para seguir observando a la gente, me fascina sentarme a ver pasar la vida. Las bailarinas entran al Gran Teatro por la puerta lateral, es hora de ensayo. Por la entrada principal, veo salir las filas de niños y niñas uniformados entre gritos y sonrisas. La “película” me gusta y decido no moverme de ahí. Pido comida y planifico el tiempo de mi estancia.
La Habana hay que vivirla. Aquí no se encontrarán prestigiosas colecciones de arte ni magníficos museos... aquí se debe vivir la ciudad. Al rato, caigo en la cuenta de que no hay nada qué planificar, haré lo de siempre. Invertiré mi tiempo en callejear La Habana Vieja, Miramar, Vedado... Me tomaré “no sé cuántos” cafés en la Plaza de la Catedral, algún que otro mojito... e incluso me iré a dar un chapuzón a las Playas del Este. Es como volver a casa, la única incógnita es a quién me tocará conocer esta vez...

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